Aislados siempre. Para escuchar nuestra voz, saborear la sal de cada día, cultivar la soledad, perfeccionar la delicada línea de la orilla. Aislados, para mantenernos fuertes en la herida inevitable, lejos de la vanidad que flota en los recodos, salpicados los pies de luz y de noches en calma. Aislados y en silencio, para que nada engañe el sonido de la sangre. Islas rodeadas de mundos enteros y perfectos que se saben también islas. Aislados siempre, para no olvidar que somos libres y que nunca hemos necesitado permiso para alzar el vuelo.