Entre las historias y tradiciones perdidas de la pequeña isla de El Hierro se encuentra “el malgareo”, una manera ancestral especial de dar noticias y hacer crítica social, que en realidad se traducía en calumniar, burlarse, o sacar a la luz los trapos sucios de alguien del pueblo.
Se realizaba desde lo alto de alguna montaña, en noches sin luna y disimulando la voz, lo cual permitía el anonimato y facilitaba que el malgareador o malgareadores se sintieran libres de decir lo que quisieran de las personas malgareadas, fuera cierto o no.
Las consecuencias, como podrán imaginar, eran bastante dañinas para quienes, al llegar el día se convertían en destino de miradas y comentarios de todo el pueblo, conocedor de sus andanzas y secretos hasta en los más íntimos detalles.
Me sorprende comprobar que esta cruel tradición, felizmente desterrada desde hace años, se actualiza ahora en los bulos y comentarios dañinos o calumnias que se vierten en determinados medios y en redes sociales.
Iguales características adaptadas a la nueva época: Voces falseadas que nos llegan desde alguna zona virtual inaccesible y amparadas en el anonimato. Cuando llegan al público, el daño ya está hecho.
Luego habrá quien censure la falta de ética del medio empleado, pero habrá quienes den rienda suelta a su bajeza, o simplemente se dejen llevar de su credulidad sin crítica, para mantener y extender el daño ocasionado. Es el nuevo malgareo.
Los tiempos cambian, pero no cambiamos por dentro. En la oscuridad los seres más ruines se sienten libres, y descubrirlos dependerá de la valentía de quienes queramos impedirlo con honestidad y respeto. Por eso, exijamos luz, seamos luz, desterremos el malgareo y dejémosle a nuestros hijos un amanecer sin miedo.